El partido del siglo


13 de julio de 2023

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por Ariel Scher

Ya nadie dormía en el pueblo. No se podía. No se podía y no era porque el aire vomitara calores o espantara con fríos, o prometiera muchas tormentas negras. Costaba creerlo pero ocurría algo más impactante: en unas horas se acabaría El Partido del Siglo. Parecía increíble porque ese pueblo venía jugando ese partido desde hacía 99 años y 364 días: lo hacía generación tras generación, cambiando siempre de futbolistas pero nunca de sentido, sin interrumpirlo ni una vez para cumplir con el mandato de los fundadores del lugar, que llenos de fe habían comenzado un desafío que, según dispusieron, debía terminar cien años después.

Eso volvía imposible dormir: había llegado el día. Los fundadores habían puesto en marcha la pelota justo en el instante en el que inauguraron la plaza pública y la sede de gobierno. Habían impulsado el fútbol porque intuían que su pueblo lograría perseverar en el tiempo si encontraba razones que le concedieran identidad.

 

No se equivocaron. Durante diez décadas, El Partido del Siglo había representado eso: integrarse en la creación y en el sudor, asociarse en la imaginación y en la risa, ser parte de un mismo juego que no se había detenido ni en las noches ni en las guerras, un juego en el que, a través de los pasados, los amigos habían reemplazado a sus amigos, los hijos a los padres y los que venían a los que partían.

 

Todo el pueblo se quedó latiendo quieto al borde de la cancha cuando llegó el minuto exacto del centenario. También los futbolistas circunstanciales que, por primera vez en un siglo, dejaron de correr. Una conmoción de tristezas y de nostalgias dominó el espacio. Pero duró una brevedad. Un puntero derecho al que pocos conocían agarró la pelota, la llevó hasta el centro del campo y, decidido, la puso en movimiento.

 

Fue suficiente para que un centrodelantero voluntarioso acelerara hacia el área de enfrente y para que los demás jugadores recuperaran la acción. En nada, sin explicaciones, hubo fútbol de nuevo. Alguien dijo que arrancaba otro partido. Alguien dijo que se trataba del mismo. Alguien dijo que en realidad no importaba, que un pueblo se vuelve un pueblo cuando resiste los abismos y se empecina en continuar en la historia. Alguien dijo que eso era profundamente cierto mientras la vida seguía en juego en busca de un siglo más.

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