"Juremos con Diego a morir"


25 de noviembre de 2021

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por Delfina Corti

En "Fenomenología de Maradona", de Editorial Altamarea, Delfina Corti cuenta que en 1995, con seis años, "mi hermano vino y me dijo que Maradona sería técnico de Racing".

Vamos a decir esto rápidamente: no siempre fui hincha de Racing. Dicen que el club lo eligen tus padres y resulta que mi padre era fanático de Racing y mi madre, de River. Y fue a ella –sorteo de por medio– a quien le tocó hacerme gallina.

Si mi padre no se hubiera muerto cuando yo era chica, quizá podría haber sido diferente: mi hermano hubiera tenido con quién jugar y hablar de fútbol. Sin embargo, a los cuatro años, tuve que salir a la cancha y ponerme la diez que había dejado vacante mi padre. Y, en el banco de mi equipo, estaría nada más ni nada menos que Maradona.

Uno de los juegos más recurrentes de mi niñez solían transcurrir en el sillón de mi casa. Al igual que un barrabrava en el paraavalanchas, mi hermano y yo nos subíamos al sillón para cantar durante horas el repertorio completo de La Guardia Imperial.

Así aprendí todas las canciones de cancha, antes de saber que era hincha de Racing. No sé si hay gente que nació sin equipo y un día decidió hacerse hincha de un club. Pero tengo una teoría (sí, otra) de cuándo, cómo y por qué me hice hincha de La Academia.

En 1995, con seis años, mi hermano vino y me dijo que Maradona sería técnico de Racing. Festejamos la llegada de Diego a Avellaneda como si fuera un campeonato.

“El hincha de Racing siempre está. No hay que venderle nada. Hay que poner huevo, hay que correr, hay que jugar”, dijo Maradona el día de su presentación. Diego como técnico –lo sería años después en la Selección argentina también– no fue un transgresor, como sí lo había sido como jugador. Sin embargo, ante sus jugadores y ante la prensa, apeló siempre a la lógica del aguante, a la épica de los huevos y el corazón. Esa pasión, ese hincha disfrazado de entrenador, a cualquiera lo hubiera enamorado como a mí. Esa tarde, mi hermano y yo nos subimos a los tablones del sillón y no paramos de cantar.

La estadía de Maradona como DT de Racing no terminó cómo imaginábamos: Diego dirigió tan solo cuatro meses. Fueron once partidos y el equipo finalizó sexto. Obtuvo dos triunfos, seis empates y tres derrotas. Cuando se fue, recuerdo que mi hermano lloró y que yo sentí la angustia de quien deja a un amor en el camino.

A finales de ese mismo año, se jugó la segunda razón por la que creo que en 1995 cambié la banda roja por la celeste y blanca.

En septiembre, mi hermano fue por primera vez de visitante a la cancha de Independiente. Aquella tarde, antes de salir para Avellaneda, me pidió que alentara a Racing. Esa era mi tarea. Tenía que hacer lo que muchas veces habíamos hecho juntos: subirme al sillón y cantar la infinidad de canciones que me había enseñado durante aquellos años.

Aquel partido Racing se fue al entretiempo perdiendo 2 a 0, pero sin previo aviso descontó a los pocos minutos de arrancar el segundo tiempo. En una pelota larga, el arquero se equivocó y el Piojo López aprovechó y la mandó a guardar. Hoy no sé si gritaría ese gol como lo grité aquella vez. Pero, si lo pienso ahora, era mi primer gol como hincha de Racing sin aún saberlo.

Vi el partido hasta el final convencida de que íbamos a marcar, al menos, un gol más. Y así fue: el Chelo Delgado me regaló uno de los goles más lindos que se hayan visto en un clásico de Avellaneda. Avanzó con la pelota por la derecha y, en el borde del área grande,  metió un derechazo –con tres dedos– hermoso. La pelota hizo una curva perfecta para entrar por el segundo palo. Creo que el arquero pensó que la pelota se iría porque no hizo más que mirar la trayectoria y ver cómo tocaba la red. Detrás de ese arco, estaba la gente de Racing, estaba mi hermano. Gritaban, cantaban. El Chelo salió festejando con los brazos en alto y lo gritó con su gente. Hice lo mismo, pero en mi casa. El partido terminó a los pocos minutos, pero eso me lo perdí: me subí al sillón y me puse a cantar las canciones que estaba cantando mi hermano, seguramente, en el estadio de Independiente.

Dicen que uno juega como vive. Es cierto, pero creo también que se vive como se alienta. Y Maradona y yo, por lo visto, crecimos bajo la misma consigna. Como dice una canción de Racing: “En las buenas y en las malas mucho más”.

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