A cincuenta años de una frustrada visita olímpica


06 de marzo de 2023

Compartir esta nota en

por Redacción Relatores

Por César R. Torres*

“Conozco poco del deporte latinoamericano y he venido más para oír y aprender”, aseguró el irlandés Michael Morris, conocido como Lord Killanin por su título nobiliario, en una conferencia de prensa durante el decimosegundo congreso de la Organización Deportiva Panamericana (ODEPA) organizado del 29 al 31 de mayo de 1973 en Santiago de Chile. Killanin había sido elegido presidente del Comité Olímpico Internacional (COI) el año anterior y aprovechó la invitación para realizar una extensa gira por Latinoamérica, que incluía una breve estadía en Argentina. Esa experiencia, frustrada, constituyó la primera visita de un presidente del COI en ejercicio al país.

La gira de Killanin, así como su ascenso a la presidencia del COI, habían generado gran expectativa en el deporte regional. A diferencia de su antecesor, el estadounidense Avery Brundage, al que consideraba como un autócrata, Killanin era percibido como un reformista. De hecho, formalizó la estructura tripartita del movimiento olímpico, en la que el COI, los comités olímpicos nacionales y las federaciones deportivas internacionales trabajan cooperativamente. En esta línea, antes de su arribo a Brasil el 21 de mayo, el periódico Folha de S. Paulo lo describió como de “ideas revolucionarias”. Además, en aquellos días, Killanin era presentado como inteligente e irónico y al decir de la revista chilena Estadio, como “bonachón, llano, expontáneo [sic] y de buen humor”. La revista cubana Bohemia publicaría tiempo después que con Killanin “el COI experimentó una saludable inyección de nuevos aires”.


Lord Killanin en el decimosegundo congreso de la ODEPA (en el centro con la cabeza gacha). Estadio (Santiago de Chile), 5 de junio de 1973

 

Killanin permaneció en Brasil, reuniéndose con autoridades deportivas y políticas en Rio de Janeiro y en Brasilia, hasta el 25 de mayo. Ese día arribó a Montevideo y visitó a varios funcionarios, incluyendo al vicepresidente de la nación, ya que el presidente Juan María Bordaberry se encontraba en Buenos Aires para la asunción de Héctor J. Cámpora, que había sido elegido el 11 de marzo con el 49,5% de los votos bajo el lema “Cámpora al gobierno, Perón al poder”. El venezolano José Beracasa, presidente de la ODEPA y miembro del COI, y Fernando Madero, presidente del Comité Olímpico Argentino (COA), habían viajado a Montevideo para acompañar a Killanin. Al otro día tuvo una agenda intensa con actividades que comenzaron a las 9.30 y culminaron pasadas las 22.30.

El programa original era que Killanin cruzara a Buenos Aires el 27 de mayo y pernoctara allí para trasladarse a Santiago al día siguiente. Sin embargo, Madero, en contacto con Buenos Aires, no creyó conveniente que el presidente del COI se hospedara en suelo porteño, aunque fuera brevemente, a dos días de la asunción de Cámpora. Los motivos no fueron aclarados, pero en un informe escrito en agosto, Killanin explicó: “Mi visita coincidía con la investidura del nuevo Presidente Peronista. Obviamente no era muy recomendable de mi parte ir a Argentina donde mi presencia solo le daría problemas adicionales a la policía”. Según su recuento, en Montevideo le asignaron una guardia con una docena de policías de civil. ¿Qué habrá conjeturado Madero ante la masiva movilización del peronismo, proscripto hasta entonces desde 1955, el día de la asunción presidencial y la posterior liberación de los presos políticos de las cárceles argentinas, que dieron comienzo al periodo conocido como “primavera camporista”?

Como sea, Killanin partió para Santiago el 28 de mayo por la mañana. Haría una breve escala en Buenos Aires, donde arribaría a las 10.30 para tomar un vuelo a la capital chilena proveniente de Rio de Janeiro que despagaría a las 12.55. En el aeropuerto de Ezeiza lo esperaban Madero, Mario L. Negri, miembro argentino del COI, con su esposa e hijo, y Otto R. Schmitt, secretario general del COA, con su esposa. Sin embargo, lo que debería haber sido una corta espera, terminó siendo una breve estadía de ocho horas. El avión de Rio de Janeiro se retrasó. Killanin admitió haber recibido un trato preferencial: le tomaron el pasaporte para evitar colas en el control migratorio, pero la gentileza produciría otro retraso. De acuerdo con Killanin, quizá justificando el cambio en el programa original, ese día hubo “bastantes tiroteos” en Buenos Aires y pensó que quienes lo acompañaban no querrían llegar tarde a sus hogares. Les dijo que no esperaran su partida y recibió su pasaporte. Más tarde, cuando pasó por el control migratorio, le informaron que no podía salir del país porque no había entrado formalmente. Esto retrasó el vuelo al menos una hora más, hasta que un oficial de mayor rango se apersonó para confirmar su entrada al país a la mañana y su salida a la tarde. Despegó alrededor de las 18.30.

Killanin puso los pies en Santiago entrada la noche y fue inmediatamente a una recepción con el alcalde de la ciudad. Por la mañana, asistió a la inauguración del congreso de la ODEPA. En su informe resaltó que Salvador Allende, el presidente chileno, imposibilitado de acudir al evento, le había enviado una placa conmemorativa. Allende había estado en Buenos Aires para la asunción de Cámpora y concurrido a un partido de fútbol entre Racing y Boca el 27 de mayo junto con el flamante jefe de estado argentino y con Osvaldo Dorticós, el presidente cubano. O sea, el día en que Killanin debería haber visitado Buenos Aires, estos tres presidentes estaban en un estadio de fútbol colmado por una multitud, que los vivaba. Mientras tanto, Beracasa preparaba su intervención en el congreso de la ODEPA. Pronunciaría estas palabras, que seguramente hubieran sido del agrado de Cámpora, Allende y Dorticós: “América es libre como lo quisieron sus padres, y es por ello que dentro del marco deportivo de la Organización Panamericana no deben existir presiones nacidas de pequeños intereses o de inconfesables actitudes antideportivas”.

Al concluir el congreso de la ODEPA, Killanin prosiguió la gira latinoamericana visitando Panamá, Colombia y México. En la capital mexicana declaró: “Conozco a los jóvenes; cuando lo fui quise revolucionar al mundo” y se promulgó “a favor de modificar los juegos [olímpicos]”. En Argentina, su espíritu renovador solo llegó al aeropuerto. Monique Berlioux, la directora general del COI, le solicitó a Negri que le enviara recortes de diarios de la estadía de Killanin en el país, pero, con el cambio de fecha, la prensa no se había presentado allí. Lamentando la situación, Negri resumió lo acontecido: “Lord Killanin no visitó Bs. As. y en cambio conoce muy bien el aeropuerto de Ezeiza (sic!)”. Mientras Killanin permanencia en ese aeropuerto, la sociedad movilizada continuaba festejando el fin de la dictadura que había gobernado Argentina desde 1966. De todos modos, la “primavera camporista” o que América fuera libre o subyugada, no hubiera hecho mella en Killanin. En 1974 manifestaría que el movimiento olímpico albergaba “dictaduras de izquierda y de derecha, monarquías y repúblicas”. Para Killanin, aquel estaba por encima de esas diferencias y aunaba a todos los pueblos. Su renovación no incluía ese aspecto del ideario olímpico".


* Doctor en filosofía e historia del deporte. Docente en la Universidad del Estado de Nueva York (Brockport)

Compartir esta nota en