El delirio de jugar un Superclásico, en Malvinas, y en plena guerra


02 de abril de 2021

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por Roberto Parrottino

Boca y River iban a disputar un encuentro -que nunca se jugó- en las Islas Malvinas y que prometía “entretener” a los soldados. Una historia increíble.

Durante la Guerra de Malvinas se jugó un Superclásico. Y, más insólito aún, hubo una idea de jugar otro Superclásico en las islas, para los soldados argentinos, un nuevo delirio de la dictadura, en el afán de legitimar el poder que perdía ante la sociedad. 

Porque en los 64 días de la guerra, que dejó 649 argentinos muertos y 255 ingleses, el fútbol no paró la pelota. Julio Grondona ya llevaba tres años como presidente de la AFA. El 2 de abril de 1982, el día del desembarco argentino, se inició -por la noche- la novena fecha del Torneo Nacional, que ganaría el Ferro de Carlos Timoteo Griguol, primer título en la historia del club: de local, Central Norte de Salta le ganó 1-0 a Mariano Moreno de Junín. Ese Nacional pasó a llamarse ‘Malvinas Argentinas’. Y después, ‘Soberanía Argentina en las Islas Malvinas’. 

Los equipos cantaron el himno argentino antes de los partidos. Y hasta Juan Domingo Propato, presidente del Consejo Federal de la AFA, había anunciado que viajaría a Malvinas para incorporar el fútbol de las islas a la Liga de Comodoro Rivadavia. El último campeón de la Falkland Islands Football League, en 1981, había sido el Hotspurs. Otro delirio.

El 25 de abril de 1982, en la Bombonera, Boca y River empataron sin goles por la fecha 13 -la de los clásicos- del Torneo Nacional. El partido fue muy malo. Néstor Ibarra, comentarista de Víctor Hugo Morales en Radio Mitre, se preguntó antes del partido: “¿Qué estamos haciendo?”. 

A Boca lo dirigía Vladislao Cap. A River, Alfredo Di Stéfano. Ese mismo día, mientras Boca y River aburrían en la Bombonera, Alfredo Astiz, condenado por delitos de lesa humanidad durante la dictadura, se rendía sin disparar un solo tiro en el archipiélago Georgias del Sur. 

“Me acuerdo de escuchar los comentarios entre la tropa. 'Che, siguen 0-0'. 'Se salvó Boca' -recuerda Marcelo Rosasco, periodista y ex combatiente-. Nos enterábamos porque había alguna que otra radio Spica chiquita dando vueltas. Fue el partido en el que Gatti inventó 'la de Dios'. Porque cuando volví y leí El Gráfico se seguía hablando de la jugada”. 

Los ingleses todavía no habían desembarcado en las islas del sur del Atlántico. Lo harían el 21 de mayo, después de controlar mar y aire. En Argentina, sin embargo, el clima era triunfalista y celebratorio, en gran parte por las mentiras que se diseminaban desde los medios grandes de comunicación.

Y entonces, la dictadura de Leopoldo Galtieri inició una campaña: que los equipos de Boca y River viajasen a Malvinas a jugar un Superclásico. La locura fue aceptada por la AFA. La “noticia” se trató en la revista Goles del 27 de abril, dos días después del Superclásico que sí se jugó y que dejó poco y nada. 

Ese día, además, la AFA organizó un partido entre Capital y Provincia en la cancha de Vélez. Para Capital jugaron Miguel Brindisi, Carlos Bianchi, Carlos Babington. Para Provincia, Daniel Carnevali, Leopoldo Luque, Alejandro Sabella. Se recaudaron $190.300.000 para el “Fondo Patriótico Islas Malvinas”. Los recursos nunca llegaron a los soldados, y el destino del dinero aún se desconoce.

Pero en la tapa de Goles, con el mapa de fondo de las islas, posaban los futbolistas Eduardo Saporiti, de River, y Carlos “Cacho” Córdoba, de Boca. Una semana más tarde, cuando llegaron los diarios a Malvinas, algunos se enteraron del Superclásico en plan de “alegrar a nuestros valientes soldados”. 

Los chicos de la guerra promediaban los 20 años, tenían una formación militar básica, y les faltaba equipamiento para el frío y comida. De ellos, al menos 13 eran -o fueron- futbolistas, según contabiliza el periodista Andrés Burgo, autor de El partido, Argentina-Inglaterra 1986.

“Para mí sería un orgullo y una satisfacción enorme salir a jugar un clásico en las Malvinas, pisando un suelo que por tantos años soñamos que fuera nuestro”, dijo entonces Saporiti. “Nosotros tenemos la verdad y pienso que ése podría ser nuestro mejor aporte”, agregó Cacho Córdoba. 

Martín Benito Noel, presidente de Boca, habló de “un deber patriótico”. Jorge Kiper, dirigente de River, sumó que “este siempre impactante partido” era un modo de “prestar servicios al país”. La revista Goles era dirigida por el periodista Daniel Galoto, quien había trabajado bajo las órdenes del almirante Carlos Lacoste, durante la Copa de Argentina, en el Ente Autárquico Mundial 78. 

En 1982, Lacoste era vicepresidente de la FIFA de João Havelange. Aquel año, la selección argentina debutó en el Mundial de España, en el final de la guerra. El 13 de junio perdió 1-0 ante Bélgica. Al día siguiente, la guerra terminó con la rendición militar.

Boca y River nunca jugaron en las Islas Malvinas. Sí en estadios que recuerdan hoy la guerra, con la que la dictadura intentó extender el horror. Y que reivindican la soberanía argentina sobre el territorio. Boca y River jugaron en la cancha de All Boys en Floresta, en el “Estadio Islas Malvinas”. 

Incluso River le ganó a Boca la final de la Supercopa Argentina 2018 en Mendoza, en el “Estadio Malvinas Argentinas”, donde juega de local Godoy Cruz. Pero nunca jugaron aquel Superclásico en Malvinas, un absurdo. El año pasado, en la Copa de la Liga Profesional, Boca y River posaron con carteles que recordaron el bicentenario del primer izamiento de la bandera argentina en las islas, el 6 de noviembre de 1820. Porque las Malvinas -dejaban el mensaje los carteles- son argentinas.
 

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