Rodrigo Aliendro, un laburante del fútbol


20 de julio de 2021

Compartir esta nota en

por Roberto Parrottino

Nunca fue titular en las inferiores, ni en Argentinos -del que quedó libre- ni en Chacarita. Bajó a jugar a la C con Ituzaingó y trabajó como delivery, pero desde ahí revivió: sin cartel a pesar del título con Colón, es uno de los mejores jugadores del fútbol argentino.

Rodrigo Aliendro nunca fue titular en las inferiores. Ni en Argentinos Juniors ni en Chacarita, a donde llegó a los 17 años después de que lo dejaran libre. Cada tanto se sentaba en el banco de suplentes. Pero en la mayoría de las semanas llegaba el viernes, el entrenador daba la lista, y no aparecía entre los citados para el partido del fin de semana. Aliendro volvía del predio de Chacarita en San Andrés hasta Merlo, Oeste del Gran Buenos Aires. Tres colectivos después, abría la puerta de la casa. “No, no me citaron”, le decía a la madre. “Bueno, no pasa nada, el finde que viene”, le respondía, lo apoyaba en su sueño. A los 18, en la Quinta División, recién jugó un puñado de partidos. Dos días antes de cumplir los 21 años, edad límite del primer contrato, debutó en Primera. Estamos en 2011, Chacarita descenderá a la B Metropolitana, y Aliendro dejará el club, porque cambia el entrenador y le dice que no lo va a tener en cuenta. “No sabía qué hacer, no tenía respuestas”, recuerda Aliendro diez años después, campeón con Colón de la Copa de la Liga, autor del primer gol en el 3-0 de la final ante Racing, y acaso uno de los mejores mediocampistas del fútbol argentino.

Después del aviso de que no tenía lugar en Chacarita, Aliendro se probó en otros clubes de la B Metro, tercera categoría del fútbol argentino. Agua. Bajó a la C: en la temporada 2013/2014 jugó a préstamo en Ituzaingó. Hundido, volvió a salir a la superficie. Le metió un gol de rabona a Dock Sud que recuerdan muchos hinchas de Ituzaingó. Como el sueldo no alcanzaba, entre ayudas al padre, repartió pizzas y empanadas por el Oeste: era delivery. Ituzaingó descendió en la última fecha a la D, pero Aliendro se destacó en el equipo. Volvió a Chacarita, se asentó en la B Nacional y, de ahí, saltó a Primera División, a Atlético Tucumán en 2016. “Siempre les agradezco a los dueños de la pizzería por el laburo -dice ahora Aliendro, a los 30 años-. Fue un momento lindo. Lo disfrutaba, no es que era un trabajo que me costaba. Iba a entrenar a la mañana y a las siete de la tarde llegaba a la pizzería y me quedaba hasta la medianoche. En ese momento tenía más tiempo libre y lo aprovechaba para hacer ese trabajo que me ayudó y sirvió mucho para la vida”.

Oscar “Witty” Ibáñez jugó 331 partidos en Ituzaingó entre 2002 y 2014. Mediocampista y capitán histórico del club, Ibáñez compartió equipo con Aliendro, que había llegado con 22 años. “Sobresalía por su buen manejo de pelota, se notaba que tenía condiciones para seguir creciendo y llegar más alto, y por eso está en la élite del fútbol argentino”, dice el Witty Ibáñez, hoy periodista deportivo. “Con el paso del tiempo aprendió un montón de cosas, agarró el ritmo de Primera División. Hoy no veo a tantos jugadores en su puesto con tan buen rendimiento. Por ahí, al no tener tanta chapa o cartel, no se destaca la regularidad de nivel que tiene desde hace seis años. Es un volante mixto, con buena salida, primer pase, y que además no tiene problema a la hora de recuperar, porque es combativo, y encima pisa el área rival, porque es un jugador de área a área”. Aliendro también estuvo a punto de quedar libre de Chacarita antes de ser cedido a Ituzaingó. De ahí que se refleje en la historia de Ignacio “Nacho” Fernández. Surgido de Gimnasia La Plata, Nacho Fernández bajó al Ascenso para volver a dar el salto: jugó una temporada con Temperley en la B Metro antes de explotar en Gimnasia y de terminar de romperla en River.

En la final de la Copa de la Liga ante Racing en San Juan, en la jugada del 1-0, Aliendro recuperó una pelota en la mitad, descargó, siguió el desenlace y definió dentro del área chica. Fue elegido el mejor jugador de la final. Había perdido dos finales: la de la Copa Argentina 2017 con Atlético Tucumán y la de la Sudamericana 2019 con Colón, en la que ni siquiera pudo jugar por una lesión. Ahora, en la primera fecha de la Liga Profesional, ante River, Aliendro se filtró entre los centrales Jonatan Maidana y Javier Pinola, amortiguó un centro con el pecho, y la colocó contra un palo de Franco Armani. Colón ganó 2-1 en el Monumental. Cada tanto, cuando vuelve a Merlo, Aliendro va a campeonatos por dinero. Sólo a ver a los amigos. “Cuando era chico jugaba también mano a mano en varios lados del Conurbano -cuenta-. Nunca me pasó nada. Eran duros pero a su vez también eran lindos porque se ponían muy picantes”.

“Esto es una circunstancia: tenés condiciones para estar más arriba”, le decía su compañero Marcos Zampini a Aliendro, lo motivaba, mientras jugaban con Ituzaingó en las canchas de la C. “Aparte, lo necesitábamos con la flecha para arriba porque hacía la diferencia -destaca ahora Zampini-. Todo el mundo lo recuerda como un pibe con una humildad tremenda y con unas condiciones bárbaras. El tiempo nos dio la razón a los compañeros de ese entonces. Hoy hace esa diferencia en Primera. Y va a seguir creciendo, porque no tiene techo”. Aliendro dice que nunca vio que la puerta del fútbol se le cerrara. Que lo intentó hasta el final. “Cuando uno ve que la puerta no se abre, tiene que hacer otro camino, pero lo intenté y tuve suerte. Cumplí mi sueño de jugar al fútbol. No sé hacer otra cosa que no sea jugar al fútbol. Pero creo que tanto afuera del fútbol como adentro, lo más importante es la persona”.

Compartir esta nota en