Santoro está


31 de mayo de 2022

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por Ariel Scher

Es uno de los 46 socios eternos de Racing desde diciembre del 2021, o sea que es una huella sonora en el camino que el club labró para restaurar el lazo institucional de sus asociados y sus hinchas desaparecidos.

Crédito Julián Scher

Crédito Julián Scher

Roberto Jorge Santoro bailó a los esquemas, goleó a los prejuicios, casó a lo que parecía divorciado y editó un libro que está en la historia porque cambió la historia. Y porque es hermoso. Se trata de "Literatura de la pelota", la primera gran compilación argentina sobre fútbol en poesías, cuentos, fragmentos de novelas, reflexiones sociológicas, aproximaciones psicológicas y músicas de tribunas. Lo fabricó con una meticulosa recolección de años y con una convicción plena de que el fútbol no sólo era un espacio o un recurso para contar sino que ese espacio y ese recurso ya acopiaban una historia en el país. Juntó papeles Santoro hasta que, en 1971, con tapas verdes y el título en letras blancas, sacó ese libro bajo el sello Papeles de Buenos Aires, autogestado, autónomo, prometedor, todo lo que para su autor era clave en lo literario, en lo político, en lo vital.

Hincha de Racing hasta el fervor, Santoro era muchas cosas, sobre todo las que él enumeraba, en 1973, en una entrevista en la revista Rescate: "Roberto Santoro: Sangre grupo A, factor Rh negativo, 34 años, 12 horas diarias a la búsqueda absurda, castradora, inhumana, del sueldo que no alcanza. Dos empleos. Escritor surrealista, es decir, realista del sur. Vivo en una pieza. Hijo de obreros, tengo conciencia de clase. Rechazo ser travesti del sistema, esa podrida máquina social que hace que un hombre deje de ser un hombre, obligándolo a tener un despertador en el culo, un infarto en el cuore, una boleta de Prode en la cabeza y un candado en la boca". Ni de esa biografía ni de esa consistencia ideológica falta nada en "Literatura de la pelota", que comienza con una jugada a la altura de las muchas jugadas fabulosas que regaron las canchas de Argentina. Sólo que en ésta, la finta y las patadas, los murmullos y los gritos, son palabras. Esa jugada se llama "Relación parcial" y ata a muchos de los escritores a los que Santoro agrupó en un mismo equipo hasta anudar un texto atrás de otro, una metáfora atrás de otra, un gol atrás de otro.


En la búsqueda de ese libro se percibe a Santoro: junta un equipazo formado por otros porque, siempre, en su construcción ideológica importan los otros. De su poesía, imprimió allí una sola muestra, "El fútbol", aparecido originalmente en De tango y lo demás (1964). Larga así: "bailarín, con un pie mareador/ silbador/ quien lo ve/ toca de a poco/ en caricia/ le pone el cuerpo al ballet/ levanta el balón/ lo empuja/ si lo resbala/ lo mima con una gana/ lo enrolla con otro pie". La dedicatoria es "a todos los que fueron compañeros de equipo y al Racing Club".

Otra dedicatoria fuerte de De tango y lo demás consta en "El boxeo", un poema tributado a José María Gatica y a Alejandro Lavorante, boxeadores de muertes jóvenes. "Se vuelve con su rueda/ su guardia deshilacha/ guarida descubierta/ la nueva cicatriz con que se empieza/ que lo muelen a golpes/ nocaut con una grieta" se cierran esos versos. "El turf" ("con tango en el jinete si bailando/ con riendas por las cintas/ se espera con largada/ desespera") y "El billar" ("su bar comienza en cigarrillo/ el humo golpeando como carambola") forman parte de "lo demás" en ese libro que en "De tango" proclama "te pego una trompada/ gol me entrego/ aquí me enredo/ gambeta gol me muero" y examina "venía del potrero su rara geografía". Más potrero en Santoro, pibe de potrero, con "vuelve la edad del potrero tic tac de la aventura en "Situación terrestre", de Nacimiento en la tierra (1963). Seguro en el potrero masticó ese poeta el sabor primitivo del fútbol que expande en "Sí sí señores", de agosto de 1975, conocido a través de un libro especial que hizo El Gráfico: "Tu vida va en el puño/ caliente como el sol/ y el cuore está golpeando / gol gol gol".


Lavorante, el boxeador de la dedicatoria, murió en Mendoza, su provincia, en abril de 1964, tras un coma de diecisiete meses provocado por los golpes de su derrota en Los Ángeles frente a Johnny Riggins. Había bordado una carrera ascendente en Estados Unidos hasta que el viejo Archie Moore y el flamante Cassius Clay lo noquearon sucesivamente. La agonía de Lavorante sacudió al país en el que había nacido y en el que lo entreveían campeón. También al habitante de ese país que era Santoro, quien lo tornó en denuncia y en poesía en un verso impresionante "pugilea el púgil gil" y en una despedida en ternuras: "SI te vas/ Alejandro Lavorante/ a dios le tiramos la toalla/ chau hermano/ no te vayas". Al poema lo tituló Llegó la primavera y lo insertó en Informe sobre Lavorante (1963), uno de los informes que incorporó la revista Barrilete, de la que Santoro era actor y mentor, en la que, como se nota, rompió tantos moldes de las publicaciones literarias como con la idea de hacer "Literatura de la pelota".

Para financiar "Literatura de la pelota", Santoro les vendían bonos a sus clientas del puesto del mercado en el que trabajaba. Entregaba un texto en el que explicaba todo: "Igualito al basurero/ que llaman recolector/ vestido de pordiosero/ yo le mango a usted un favor". Se llamaba "Mangazo lírico" y funcionaba como garantía de un ejemplar para quienes se llevaran esos bonos en los que aparecía el número de documento del autor. En la introducción a la mayor de las antologías futboleras argentinas, su promotor esbozaba una tesis sobre el desprecio de la industria de las librerías sobre el tema: "Por supuesto, los editores quedaron en el camino", apunta tras referirse al "precioso tiempo de los hombres que esperan detrás del escritorio, hacer un buen negocio con el sudor de los otros". El proyecto caminó y entonces en esa introducción pudo explicar que "se quiere demostrar aquí que 'los ajenos' al mundo del fútbol saben dar su patada lírica por ser esta manifestación cultural uno de los fundamentos o sostenes de sus vidas". Así nomás.


Ni una duda. Santoro respira en "Literatura de la pelota" y respira en lo que sostiene Rosana López Rodríguez en el prólogo a la "Obra poética completa" (2013): "Porque no es el poeta de lo popular, sino el de la lucha, porque su obra no es una reivindicación del tango, ni del fútbol, sino una bellísima puesta en palabras del recorrido vital que experimenta todo aquel que se reafirma revolucionario". En todo caso, "Literatura de la pelota" verifica a ese Santoro revolucionario a quien, en el primer día de junio de 1977, justo a un año de la inauguración cínica del Mundial de fútbol en el que concentró energía la dictadura, una patota criminal se lo llevó de la escuela donde se desempeñaba como preceptor. Desde entonces, está desaparecido.

Acceder a "Literatura de la pelota" fue, a partir de ese tiempo, una misión compleja. Los que lo habían comprado en algún rincón de Buenos Aires lo protegieron como a un tesoro, los que se enteraban de que existía esa joya rogaban un préstamo circunstancial y se resignaban a la fotocopia. A Jorge Valdano, campeón del fútbol y buscador de lecturas, le temblaron las manos, cuando, por fin, acarició un ejemplar. Recién en 2007, a treinta años del secuestro, Ediciones Lea reeditó el material, con un estudio preliminar de Lilian Garrido y un artículo de Alejandro Apo.


En el medio, hubo homenajes. Santoro es uno de los 46 socios eternos de Racing desde diciembre del 2021, o sea que es una huella sonora en el camino que el club labró para restaurar el lazo institucional de sus asociados y sus hinchas desaparecidos. Difícil imaginar que algo le hubiera conmovido más, dado que, como pormenoriza Julián Scher, en su libro "Los desaparecidos de Racing", el poeta ejercía tan de poeta como de seguidor del equipo, al punto de interrumpir su luna de miel para no faltar a un partido en el Cilindro de Avellaneda. 

Entre muchos tributos y muchas evocaciones, a la plazoleta del barrio de ese autor imparable la bautizaron con su nombre y generaciones nuevas llegaron a una literatura que no desaparecerá. En 1997, la escuelas TEA y DeporTea resolvieron que su archivo, residencia de páginas con y sin fútbol, se llamara Roberto Jorge Santoro. Estudiantes de periodismo, trabajadores de la prensa deportiva y la familia del autor compartieron ese momento. Todos aplaudieron cuando Dolores Méndez, la mujer de Santoro, mostró y donó unos cuantos ejemplares. Todos sintieron las horas quietas cuando Paula, la hija de Roberto, leyó los poemas de su papá. Y todos se detuvieron en el final de ese libro imbatible, que, primero, advierte que "lo importante no es escribir sino vivir mientras se escribe" y, después, enarbola una copla destinada a un buen equipo o, acaso, al fútbol. Esa copla bien vale para resumir lo que significa "Literatura de la pelota": "Si no lo vio/ si no lo vio/ no sabe lo que se perdió".


La introducción de ese libro tan propio y tan de muchos concluye con una apelación hacia el futuro porque en Santoro, a pesar de los profetas del horror, todo es siempre futuro: "Y si sorprende que antes de ahora no se haya realizado un trabajo similar en cuanto al contenido se refiere, sirva este como ayuda para ser mejorado. Gracias".

"Gracias", escribió. Otra vez: en el cierre de ese monumental trabajo no se refirió a sí mismo, sino a los otros. Eso: "gracias".  Poeta, periodista, militante, soñador, toda una vida que estimula a la vida, desaparecido que está, está, está: ese es Santoro, el constructor de una obra que también está, está, está. Y sí, gracias. Desde luego, gracias. Gracias a él.

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