A 80 años de la prohibición del fútbol femenino en Brasil
14 de abril de 2021
El 14 de abril de 1941 Marta Vieira Da Silva, la delantera que ganaría el premio a la mejor futbolista del mundo seis veces, una el The Best entregado por FIFA, la máxima goleadora histórica de la Selección de su país y la artillera que más goles marcó en mundiales sin importar el género, todavía no estaba ni en los planes. Si hubiera nacido en ese momento, Brasil se hubiera perdido a una jugadora que quedará en la memoria de un pueblo. Este miércoles se cumplen 80 años del decreto ley que prohibió la práctica de algunas modalidades deportivas. Ocho décadas de que el artículo 54 de la Ley 3199 determinara, textualmente: “A las mujeres no se les permitirá practicar deportes incompatibles con la condición de su naturaleza”.
Cuando Marta empezó a deslumbrar con una pelota en los pies -nació en 1986, siete años después de que se levantara la prohibición- fue apodada la Pelé con faldas. En la tierra de O Rei, sin embargo, no había lugar para ellas.
José Fuzeira era un ciudadano común, un escritor de literatura "moral y de buenos modales", hasta que escribió una carta dirigida al presidente por entonces, Getulio Vargas, en la que expresó su descontento con el fútbol femenino. Los argumentos tenían que ver con el cuerpo: Fuzeira señalaba que el juego no era saludable para las mujeres, que podía dañarles el útero y causarles depresión.
¿Cómo es que un Estado toma en cuenta un texto de una persona para elaborar un decreto? Desde Río Grande do Sul, Silvana Goellner, investigadora y activista de fútbol y mujeres, profesora de la Universidad Federal de su estado, explica que en la década de 1930 y 1940 había una posición médica que era tomada por sectores conservadores que indicaba que las mujeres debían estar cercenadas en función de la maternidad. “Con justificaciones médicas vinculadas a qué era saludable se promovía que ellas debían ser buenas madres, estar en el espacio doméstico, cuidar a la familia. Era una representación de feminidad que se impuso en esta época”, remarca.
Ochenta años después, la pregunta se impone: ¿cuántas Martas se perdió Brasil en este periodo? Fuzeira vivía por entonces en Copacabana, un barrio exclusivo, situado lejos de donde se jugaba fútbol femenino. Aira Bomfin es otra de las investigadoras deportivas -además de historiadora- que trabaja para recuperar estas historias. Cuenta que Fuzeira no fue un actor relevante en el deporte, pero sí alguien que logró hacer llegar su carta al Ministerio de Educación y Salud, organismo encargado de legislar sobre el deporte.
“La carta de Fuzeira fue enviada días antes de un partido femenino que tuvo lugar en el recién inaugurado estadio Pacaembú -detalla Bomfin-. Era la primera vez que el fútbol femenino de Río de Janeiro (así como las jugadoras) se presentaban al público de San Pablo, antes del partido masculino de San Pablo y Flamengo. Este episodio cobró protagonismo en todos los periódicos y fue la denuncia señalada en la carta de Fuzeira”.
El presidente Vagas, entonces, puso la firma. El decreto prohibía también otros deportes. Atentó puntualmente contra el juego más popular, en una época en la que la disciplina estaba creciendo.
En el recorrido histórico, las primeras referencias de partidos jugados por mujeres aparecieron en la década de 1920. Los registros de los periódicos muestran la práctica, todavía muy tímidamente, en Río de Janeiro, San Pablo y Rio Grande do Norte.
La década de 1930 marcó una primera organización: más de 15 equipos suburbanos de Río de Janeiro comenzaron a aparecer en los periódicos deportivos de la época. Además, el historiador Fábio Franzini señala la existencia de por lo menos diez equipos de mujeres que competían en torneos en esa misma ciudad una década después.
Hay quienes señalan que el decreto de Vargas fue una revancha de género. El pie del patriarcado sobre las cabezas de las mujeres disciplinando los cuerpos y los deseos. La maternidad como imposición, incluso desde el Estado.
“La prohibición existió porque las mujeres estaban empezando con mucha potencia. Había muchos equipos y ocupaban los espacios públicos. Esto cayó sobre ellas. La carta de Fuzeira sirvió para crear estrategias oficiales, así justificaron la prohibición”, dice ahora Goellner.
Ochenta años después, este miércoles habrá diferentes actividades online para recordar aquello y gritar nunca más. El Museo del Fútbol, ubicado en San Pablo, en el Pacaembú, cuenta con su sección histórica de fútbol femenino. “En aquel momento no había campeonatos, no había clubes, incentivos para ellas. La educación física no trabajaba con el fútbol como posibilidad para las niñas. Y la prohibición duró 40 años, produjo un atraso muy grande en la disciplina”, completa Goellner.
Pese al tiempo en el que corrían riesgos de jugar porque podían ser detenidas o perseguidas, el fútbol femenino siguió existiendo porque hubo mujeres que desafiaron la imposición estatal. Jugaron por el amor al juego en potreros, plazas y barrios. A escondidas, en ocasiones. En comunidades de pocos habitantes, en otras.
“La prohibición ha generado un cambio simbólico entre "mujeres" y "fútbol" en el país del fútbo" -analiza Aira Bomfin-. Durante más de 40 años no hemos podido desarrollar ligas deportivas, enseñar fútbol en las escuelas, desarrollar calendarios y clubes competitivos”.
La historiadora, que durante siete años fue responsable de la investigación realizada por el Centro de Referencia del Fútbol Brasileño, en el Museo del Fútbol de San Pablo, establece el fin de la prohibición en 1983, el año en el que finalmente, después de la dictadura, se reglamentó el deporte.
Tres años después nació Marta, que, según se anunció en octubre de 2020, tendrá una estatua al lado de la de Pelé en el Museo de la selección en Río de Janeiro. Sin embargo, el fútbol como un trabajo sigue siendo una lucha para las futbolistas brasileñas. “Es todavía un camino nuevo y en construcción -señala Bomfin-. No sólo dentro del campo, las brasileñas luchan por oportunidades laborales en cualquier campo relacionado con el fútbol”.
En 2018, en Dois Riachos, el lugar donde Marta Vieira Da Silva nació y donde volvió después de ganar el premio The Best, hicieron una pintada que 80 años después sirve de revancha: “Aquí nació la mejor del mundo”. Es mujer.