La belleza y el fútbol


13 de octubre de 2021

Compartir esta nota en

por Ariel Scher

En el fútbol, la belleza reside en muchas partes. Los propios futbolistas ponen esa idea en circulación. El belga Eden Hazard, al objetar la religión del VAR, dijo: "La injusticia también es la belleza del fútbol".

Por Ariel Scher

Madrugada de un lunes en la Buenos Aires de todas las humedades. El aire fluye incómodo. Una conversación, en cambio, fluye fenómeno.

Esta conversación:

Amigo 1: -¡Qué alegría lo bien que jugó la Selección con Uruguay!

Amigo 2: -Gran triunfo.

Amigo 1: -Gran triunfo, sí, pero, más que eso, gran belleza.

Lo que continúa en esa conversación son ejemplos del Amigo 1 y del Amigo 2 para retratar la belleza de la actuación de Argentina y la belleza del partido.

¿Es corriente o es una sorpresa que el fútbol constituya una invitación a hablar de la belleza?

Acaso para eso resultaría pertinente precisar en qué consiste la belleza. Flor de tarea: exigiría recorrer la historia de la filosofía con la certeza de que no habrá una definición única y absoluta. Debatir sobre la belleza es una labor brava. Y, desde luego, bella.

Sin embargo, en la expresión del Amigo 1 hay algo que se reconoce rápido. Como si, mientras parpadeaba frente a Messi y a sus compañeros, las cuerdas vocales del Indio Solari le descerrajaran el "Tu belleza llegó dulcemente hasta mí" de su "Black Russian". O como si el capo de Stendhal, que nació en Francia pero universalizó unos cuantos modos de concebir una novela, saltara en la tribuna para insistir en su clásico "La belleza es una promesa de felicidad".

En el fútbol, la belleza reside en muchas partes. Los propios futbolistas ponen esa idea en circulación. El belga Eden Hazard, al objetar la religión del VAR, dijo: "La injusticia también es la belleza del fútbol". El francés Paul Pogba, luego de la eliminación de su equipo en la última Eurocopa, posteó en su cuenta de Instagram una pequeña maravilla en la que eslabonó su tristeza por un partido que pudo ser triunfo con la alegría de sus vencedores: "A veces el fútbol puede ser cruel... cruel y también hermoso". El portugués Luis Figo enfocó hacia la belleza que marcha en el asombro cuando su poderoso ex equipo, Real Madrid, cayó ante el ignoto Sheriff por la Champions. Hay belleza en un equipo que resiste, hay belleza en ciertas derrotas, hay belleza en miles de fotografías que capturan fugacidades del juego, hay belleza en el escenario que enmarca al fútbol y en las personas que lo pueblan, hay belleza en el dato de que algo de fútbol acaba de quedar en el pasado pero existe un futuro en el que también habrá fútbol.

La deliberación de dos hinchas de fútbol extasiados por una demostración bella de un equipo al que quieren remite a la rama específica de la filosofía que refiere a la belleza: la estética. "Soy mendigo del buen fútbol", rogaba el uruguayo Eduardo Galeano cuando localizaba otras bellezas en el fútbol pero se dolía por la ausencia de "una jugadita por amor de Dios", o sea del valor estético, en desafíos en los que había de todo, en especial ansias de victoria, presión para obtener la victoria, obligación de conseguir la victoria ("tenemos la obligación de ganar" declaman futbolistas luego de sudar los noventa minutos) y subordinación de lo que fuera para lograr esa victoria.

"Entre utilidad y belleza -escribió el filósofo español Andrés de Francisco- siempre hubo tensiones irresueltas, y conviene dejar las cosas claras. En el fútbol, como seguramente en la vida, tiene prioridad lo útil sobre lo bello. Si la belleza se interpone en el camino de la satisfacción de nuestras necesidades básicas, aprendemos a convivir con la fealdad: ¡qué remedio! Pero sería un enorme error -error que suelen cometer el mal jugador y el mal entrenador, ambos conformistas- si al jugar al fútbol nos conformáramos con lo útil y renunciáramos al arte que implica jugar bien, al reto de la belleza. Si el fútbol se deslizara por esa pendiente acabaría estrellándose. No. El reto del fútbol -uno de ellos, en realidad- es resolver esa tensión mediante un buen equilibrio entre lo bello y lo práctico. Y en ayuda de esa resolución, conviene constatar el siguiente hecho, un hecho que los malos entrenadores no acaban de ver, a saber, que el mal fútbol -el feo- gana menos partidos que el bueno".

La reflexión sobre la belleza en el fútbol suele desarrollarse atravesada por las grietas entre grandes entrenadores (César Luis Menotti versus Carlos Bilardo, Pep Guardiola versus José Mourinho) o, inclusive, por el interrogante sobre qué es jugar bien al fútbol que incorpora pero no termina en la belleza. "La belleza es el acuerdo entre el contenido y la forma", planteaba el dramaturgo Henrik Ibsen, aún más emblemático de Noruega que el goleador Erling Haaland y, al cabo, desde que hace décadas ocupan el centro de la escena como modeladores de búsquedas y de estilos, más cerca o más lejos de lo que en la vida cotidiana muchas personas llaman "belleza", ese es aproximadamente el trabajo de una dirección técnica.

Para parte de quienes se dedican a entrenar (¿será una parte mayor o una parte menor?), la cuestión estética brota esencial. "Debería haber un castigo a quien ignora la belleza del juego", sentenció Marcelo Bielsa en una exposición pública durante la que todavía apostó más fuerte: "La valorización de lo estético es una condición que tenemos los seres humanos vinculada con la sensibilidad. Todo no se puede mercantilizar". El orientador del Leeds piensa el acceso a la belleza como un derecho o, todavía más, como un derecho popular. En la misma sintonía, su amigo Jorge Valdano -alguien que supo postular esto: "Todos queremos ganar, pero sólo los mediocres no aspiran a la belleza"-: rescató una perspectiva histórica nada chiquita: "La relación del pueblo con la belleza se daba a través del fútbol".

El filósofo argentino César R. Torres es consecuente habitante de los estadios y autor de "Gol de media cancha", una obra en que contornea marcos para disfrutar a pleno del deporte. Su comprensión circula muy próxima a lo que hizo latir los corazones del Amigo 1 y del Amigo 2 en las calles adyacentes a River: "El deporte no sólo es compatible sino que requiere y activa la actitud estética. Los bienes internos y estándares de excelencia constitutivos y definitorios de cada deporte conforman sus atributos estéticos porque son intrínsecos e identificados como dignos de atención sostenida por la comunidad de practicantes".

No obstante, en más de un discurso, particularmente dentro del show con maquillaje de periodismo, se reitera que "a la gente" o "al hincha" no le interesa la forma en que se gana sino, solamente, que se gane. O, en otros términos, que interrogarse sobre el lugar de la belleza en el fútbol representa una pavada. Una presunta prueba ofrecida desde esa posición es expresada así: "Andá y preguntale a la gente qué es lo que le gusta, preguntale si va a buscar belleza a la cancha. No, viejo, lo que va a buscar es un resultado". Asumiendo que se trata de una discusión legítima y asumiendo, además, que esa es una respuesta posible de parte de uno o de un montón de individuos, lo que se abre es un análisis sobre cómo se edifica la percepción y la necesidad de la belleza. De otra forma: si la belleza está extraviada o si es repetida la idea de que la belleza no importa, ¿es posible ir detrás de la belleza? Más al fleje: ¿es posible desear aquello que no está presentado como deseable?

Inquieto por muchas cosas y, entre esas cosas, por el deporte, el francés Pierre Bourdieu, uno de los sociólogos más influyentes de la contemporaneidad, destartaló miradas dominantes y acríticas cuando estudió el sentido social del gusto. ¿Por qué gusta una cosa y no gusta otra? Según su análisis, por detrás del conjunto de gustos (y no sólo de gustos) que conforma a cada ser humano, emergen explicaciones, causas y lógicas sociales que surgen de factores múltiples. Aun resaltando la dimensión individual de cada sujeto, Bourdieu demuele el supuesto de que cada quien elige, siente y vive "libre", sólo por sí, porque se le canta la gana, y demuestra cómo la subjetividad es una construcción social. ¿Habría, por ejemplo, tanta argentinidad fana del fútbol si este país no albergara una memoria abundantísima de lazos de identidad con el fútbol? El gusto no es "natural". 

Si Bourdieu guarda razón, eso significa que, en algún rincón, al Amigo 1 y el Amigo 2, tanto como muchos testigos del desempeño de Argentina frente a Uruguay, les perdura una sensibilidad fuerte que trasciende a los palabreríos de la época. Como si unos arraigos resistentes reaparecieran en el paladar de la hinchada si le dan la oportunidad de saborearlos. La primera profesora de alemán con la que cursó Guardiola en camino a dirigir al Bayern Munich le regaló un texto de Hermann Hesse, un crack que ya avisaba: "La belleza no hace feliz al que la posee, sino a quien puede amarla".

A contramano de los trabajos académicos que manifiestan preocupación por el inmenso espacio que abarca el espectáculo del deporte y los negocios/negociados efectuados a partir de ese espectáculo, el historiador cultural alemán Hans Ulrich Gumbrecht publicó un hermoso libro titulado "Elogio de la belleza atlética". En medio de reivindicaciones para competiciones y para atletas, sugiere que lo que justifica al deporte y a los grandes deportistas es la posibilidad de la belleza. "No pueden interpretarse, es difícil atribuirles un sentido. Como los sonidos de una melodía, las gestas de los deportistas simplemente están ahí. Imponen su presencia. De lo que se trata, por tanto, es de transmitir esa experiencia, que es una experiencia de orden estético", anota. Y agrega: "Hablo de movimientos que parecen extraños o incluso grotescos al principio, y que terminan volviéndose tan agradables que lo pegan a uno a la pantalla durante horas". De haber dispuesto de una entrada para ingresar al estadio Monumental, Gumbrecht, entonces, podría haberse sumado al Amigo 1 y al Amigo 2 para ejercer perfectamente de Amigo 3.

Tal vez, el vínculo con la belleza sea siempre un aprendizaje. Y quién sabe si ese aprendizaje no lleva la vida entera. Por ahora, no es mala idea seguir en el regocijo de lo que los muchachos argentinos tejieron delante de cara a los uruguayos. O, más ampliamente, no es mala idea advertir una belleza y gozarla mientras transcurre. "Cosa bella mortal pasa y no dura", anticipó hace unos cuantos siglos Leonardo Da Vinci. Verdad que el tipo brilló en otro tiempo y se perdió la ocasión de aplaudir a Messi y de sonreír por una función de gala de la Selección. Pero, igual, parece que algo sobre la belleza entendía.

Compartir esta nota en